martes, 26 de mayo de 2009

Un testigo silencioso

Ella es silenciosa, camina sin hacer ruido.Me cuesta encontrarme con sus ojos. Su mirada es huidiza, se escapa.
Llega temprano, aunque no tanto como lo acordado.
La recibe la cueva olorosa, llena de moscas que zumbas por doquier.
Allá, lejos, en la sierra quedo su familia y sus juegos acordes.
Ahora en el mar espera con paciencia que la vida la atropelle. Cuando eso suceda ya tendrá seis hijos y un marido que nunca sabrá si realmente eligió.
Lily y el pequeño monstruo hacen de ella el trapo mas cercano.
No se cual será su sueldo pero significativamente es miserable.
Ayer por la tarde mientras estaba fregando la descubrí cantando al son de la radio una cumbia de amor. Sus ojos se empequeñecieron y soñadora volaba lejos de esa asquerosa cocina. A lo mejor lograba reencontrarse con los juegos de su infancia. Con las corridas picaras que tenia con ni;os de su edad.
Ella se llama Raquel, es peruana y tiene 14 años.

Todos los veranos baja de la sierra en donde esta su hogar para trabajar en la costa. Para recoger las migajas que el turismo deshonesto le deja acaparar.
Perú también es silencioso. No deja oír ninguno de sus cajones que tan suaves y amables se suelen regalar al oído.

Como muchos otros, Raquel y Perú son testigos silenciosos de lo que el capitalismo despiadado arroja al mundo. Personas, países, circunstancias libradas al azar que luego de bagar logran arrinconarse en algún hueco hostil en donde pueden, aunque sea, resguardarse de la miseria mas profunda.
Mientras tanto, aquí en la costa todo parece acallado por el sonido del mar. Monstruoso. Gigante.
10/02-Huanchaco/Trujillo