lunes, 27 de abril de 2009



Su cuerpo acababa de estremecerse.
Un vaivén la recorría de punta a punta.
La respiración equilibraba su desorden.
El cuerpo tibio, pausado, aun olía a sexo. Sexo confuso de agua y reencuentro.
A donde vamos cuando nos desprendemos?
Sucumbir los segundos de estática e inundarlos de calma. Fuera de tiempo, de espacio, de forma.
Un aquí y ahora eterno, tibio, suave.
La pureza fruto de la experiencia que la revalsaba gota a gota, conformando las aureolas que dieron el eco del retumbe.
Sus pies permanecían húmedos. Los músculos relajados y tú allí. Caminando por la calle inundado de ruidos que te atormentaban, que te impedían ver el propio y verdadero ser.
El tumulto te ensordecía confundiéndote.
El bullicio te enceguecía y te era difícil alcanzar la estática, el encuentro con el fondo. Lo profundo de nosotros perdido en el mosaico de los otros.

Rompecabezas eterno que cada vez que cree que logra armar la figura esperada, se desvanece con la brisa que entra por la ventana.
Todo vuelve a ser un sinfín de posibilidades. Un todo sin sentido. Un montón de nada a la espera de la melodía que alguien compondrá.
Ese es el momento que mas le gusta. Cuando todo vuelve a comenzar.

1 comentario:

Ai dijo...

UUuuuufffff...Me encontré con todas esas palabras. Y me reconocí. Gracias por el espejo, amiga...