miércoles, 9 de julio de 2008

El hambre como estrategia de opresión


La última cumbre de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas en Roma se llevó a cabo con el fin de actuar urgentemente contra la crisis alimentaria que está azotando a todo el mundo. Mientras tanto, en la Argentina se acaba de suspender un paro patronal por parte del sector rural muy fuerte.
La situación que atraviesa nuestro país es simplemente el reflejo de un escenario mundial en el que la alimentación se ha impuesto como uno de los problemas venideros, que si no se comienza a prevenir, tendrá consecuentes atroces.
El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, pidió doblar la producción de alimentos para el año 2030 y superar así la próxima crisis. Entre las medidas que propuso para alcanzar esos objetivos destacó el aumento de la asistencia a través de la ayuda en comida, vales o dinero. Se habló de un plan para que el Banco Mundial entregue semillas y fertilizantes a los países productores (aquí entra la Argentina) y remarcó el ajuste del comercio y de las políticas de fiscalidad para minimizar las restricciones y las tarifas a la importación.
Si se desentrama este petitorio se puede visualizar que, a lo que se aspira, es a que estos países productores de alimentos sigan reforzando sus lazos de endeudamiento mundial, y se refuercen las políticas para mantener la sumisión de éstos a la dinámica que hoy pondera en el mundo.
No es casual que mientras que en la Argentina se lleva adelante una gran puja entre los grandes productores agropecuarios y el Gobierno, aumentando y sosteniendo la imposición de las retenciones, a merced de esto, la ONU plantee que esas restricciones, como así también las tarifas a la importación se eliminen.
El mundo entero está viendo venir el próximo desabastecimiento, por lo tanto como los países más ricos son los menos portadores de alimentos, es razonable que estén buscando de antemano imponer las medidas que más les convengan para que, cuando el hambre llegue, no se encuentren ante la necesidad de invertir la pirámide de poder mundial y tengan que depender claramente de los países más pobres, que son además, los mayores productores de alimentos.
La imposición a las retenciones en la Argentina pretende ser, según el Gobierno, una medida para replantear la redistribución de la riqueza. Y no es descabellado que el ámbito de mayor aplicación de esta medida sea el sector rural, ya que responde a una situación mundial en la que el alimenta comienza a sobrevaluarse y por ende los poseedores de éste van generando y acumulando grandes fortunas.
Otra de las medidas esbozadas por el máximo de la ONU es el entregar semillas y fertilizantes a los productores de alimentos. Si esto se lleva adelante, tras una medida de carácter mundial supervisada por el Banco Mundial, no sólo se entregarán semillas y fertilizantes, sino también más endeudamiento para los países subdesarrollados. ¿Porque?, porque se genera una cadena de dependencia con un solo proveedor, ya que estás semillas tienen patente de pertenencia, lo que hace que en el segundo período de siembra deban seguir haciéndose con esas semillas que en primera instancia fueron “obsequiadas”. En esta oportunidad deberán ser compradas al portador que el ente Mundial designó.
Pensar que las retenciones y la búsqueda de políticas propias en los países que portan la producción de alimentos como el nuestro, a partir de esta observación, queda bajo una nueva mirada, ya que pareciera que la decisión va más allá de quién se queda con la mayor cantidad a nivel nacional. Una cuestión nacional que tiene un trasfondo mundial.

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