martes, 3 de junio de 2008

Y bueno... ya pasará



Como me molesta sentir que me pegoteo en la rutina.

Con frecuencia logro despegarme de ella realizando grandes saltos que me mantienen suspendida en el aire por un buen tiempo, hasta que de repente, PLAFF!!! Vuelvo a empantanarme en este caramelo rutinario que se empecina en poseerme. Me empalaga tanto que por fin logra volverme insulsa: cualidad típica de toda persona que se mueve dentro de una vida rotulada, llena de formas que desbordan y le hacen perder el sabor de la vida.

A veces no solo me envuelve con su asqueroso pegamento, sino que logra ahogarme. Me vuelve ciega y cada vez que intento empezar a despegarme de él, con el gran fin de pegar el salto para suspenderme en el aire, vuelvo a sentirme atrapada en esta cubierta de caramelo que se vuelve dura e impenetrable. Y yo, quedo debajo de todo aquello. Lo único que tiene posibilidad de movimiento son mis ojos que con desesperación piden a gritos libertad. Hasta que por fin, la solución empieza a descubrirse... El sol comienza a asomarse, y empieza a derretir este armamento dulce.

Luego, el agua limpia los restos que quedan depositados en mi cuerpo y allí sí, por fin puedo pegar el gran salto.

Es un proceso cíclico, no responde a un tiempo cronometrado pero siempre está renovando sus estadios. A veces es mejor no pensarlos tanto, solo transitarlos estando atenta de no hundirme en los terrenos que se interponen en el camino.

Ser consiente de la sombra que me acecha pero mantenerme a la espera del sol para que mi ser pueda transformarse.

Ahora estoy en la fase dos, el caramelo rutinario se ha puesto duro y estoy a la espera del sol.

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